sábado, 11 de agosto de 2007

Salida de Rigondeaux y Lara "golpea" a equipo cubano de boxeo

Tomado de:¨pontealdia.com¨
La salida de los dos mejores boxeadores cubanos del momento, Guillermo Rigondeaux y Erislandy Lara, ha supuesto un mazazo para el equipo nacional, que se queda con un sólo campeón del mundo y a la espera de que el gobierno decida su participación en el Mundial de EE.UU. previo a las Olimpiadas.
Rigondeaux, de 26 años y doble campeón mundial y olímpico, y Lara, de 24 y campeón mundial de la categoría welter, que además actuaba como jefe de la delegación en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro, han truncado sus brillantes carreras en el boxeo cubano con su frustrada deserción.
Como era de esperar, en Cuba el tema se ha convertido en un delicado asunto político que ha superado los límites deportivos.
A través de las “reflexiones“ publicadas en la prensa oficial, el propio Fidel Castro ha dejado claro que los dos jóvenes boxeadores cubanos han “traicionado“ a la patria y que no volverán a formar parte de la delegación del país.
Castro, convaleciente desde hace un año de una grave enfermedad, ha adelantado que Cuba estudia su participación en el Campeonato Mundial de Estados Unidos previo a los Juegos Olímpicos de Pekín.
“Imagínense a los tiburones de la mafia demandando carne fresca (...) no estamos ansiosos de suministrarla a domicilio“, apuntó en su reflexión.
La situación es compleja, opinaron expertos cubanos, porque Cuba no había aceptado antes el regreso de deportistas desertores al país y tampoco se había planteado suspender la participación de una delegación nacional en un Mundial por el riesgo de deserciones.
Pero más allá de las consideraciones políticas, la salida de Rigondeaux y Lara deja al equipo nacional “desarticulado“, según un analista deportivo, con un solo campeón del mundo, el joven Jordanys Ugaz, (60 kilos) en la categoría de peso ligero.
Con Ugaz como única figura es difícil, a juicio de este analista, que Cuba pueda hacer un gran papel en el Mundial de Estados Unidos o en las Olimpiadas, aunque, en su opinión, “deportivamente sería fatal renunciar a ir al Mundial“ porque es una oportunidad para los púgiles cubanos de medirse con estadounidenses y europeos.
Atrás quedaron los tiempos en que el boxeo era la nave insignia del medallero cubano en las Olimpiadas, como ocurrió en las décadas de los 80 y 90.
La deserción de importantes figuras como Diosvelys Hurtado, Juan Carlos Gómez y Joel Casamayor, campeones del mundo en Estados Unidos, y las de Yan Barthelemí, Yuriolkis Gamboa y Odlanier Solís, en diciembre de 2006, supusieron un duro golpe para el equipo nacional, que ahora tendrá que trabajar para recuperarse de las bajas de Rigondeaux y Lara.
Entre los aficionados, hay quienes critican la actuación de los dos boxeadores y quienes no terminan de entender por qué una vez que decidieron desertar se volvieron atrás.
“Tenían un porvenir glorioso por delante, eran unos personajes y ya no serán nada“, comentaba esta semana un viejo entrenador de boxeo que reclamó el anonimato.
Para el gobierno cubano, los deportistas que desertan son “traidores“ y el culpable es el capitalismo.
El asunto sigue siendo prácticamente un tema tabú en Cuba, donde el deporte se considera uno de los mayores logros revolucionarios y se ha sustituido la categoría profesional por un llamado “profesionalismo de Estado“ similar al que se mantuvo en el bloque soviético.
Los deportistas de la isla perciben un salario en pesos cubanos, que algunos completan con estímulos en divisas y ciertos “privilegios“, como el derecho a la propiedad de un coche o una vivienda.
Es el caso de Rigondeaux, un ídolo entre los aficionados de la isla, que percibe un salario mensual de 650 pesos (unos 27 dólares), conserva su apartamento, propiedad del Instituto Nacional de Deportes y Recreación Física (INDER), y dispone de un coche.
Para evitar las deserciones, que comenzaron a principios de los años 60, poco después del triunfo de la revolución, las autoridades cubanas suelen desplegar fuertes dispositivos de vigilancia en las confrontaciones internacionales.
Aún así, no han podido evitar fugas sonadas, como las 42 de los Juegos Centroamericanos de 1993 en Ponce (Puerto Rico), o las 13 de los Panamericanos de Winnipeg (Canadá) en 1999.

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